Oh Dios, con nuestros oídos hemos oído,
nuestros padres nos han contado
la obra que hiciste en sus días,
en los tiempos[b] antiguos.
2 Tú con tu mano echaste fuera las naciones,
y a ellos los plantaste.
Afligiste a los pueblos,
y a ellos los hiciste crecer[c].
3 Pues no por su espada tomaron posesión de la tierra,
ni su brazo los salvó,
sino tu diestra y tu brazo, y la luz de tu presencia[d],
porque te complaciste en ellos.
4 Tú eres mi Rey, oh Dios;
manda victorias[e] a Jacob.
5 Contigo[f] rechazaremos a nuestros adversarios;
en[g] tu nombre hollaremos[h] a los que contra nosotros se levanten.
6 Porque yo no confiaré en mi arco,
ni me salvará mi espada;
7 pues tú nos has salvado de nuestros adversarios,
y has avergonzado a los que nos aborrecen.
8 En Dios nos hemos gloriado todo el día,
y por siempre alabaremos[i] tu nombre. (Selah[j])
9 Sin embargo, tú nos has rechazado y nos has confundido[k],
y no sales con nuestros ejércitos.
10 Nos haces retroceder ante el adversario,
y los que nos aborrecen tomaron botín para sí.
11 Nos entregas como ovejas para ser devorados[l],
y nos has esparcido entre las naciones.
12 Vendes a tu pueblo a bajo precio[m],
y no te has beneficiado con su venta[n].
13 Nos haces el oprobio de nuestros vecinos,
escarnio y burla de los que nos rodean.
14 Nos pones por proverbio entre las naciones,
causa de risa[o] entre los pueblos.
15 Todo el día mi ignominia está delante de mí,
y la vergüenza de mi rostro me ha abrumado[p],
16 por la voz del que me reprocha y vitupera,
por la presencia del enemigo y del vengativo.
17 Todo esto nos ha sobrevenido, pero no nos hemos olvidado de ti,
ni hemos faltado a tu pacto.
18 No se ha vuelto atrás nuestro corazón,
ni se han desviado nuestros pasos de tu senda;
19 sin embargo, nos has quebrantado en la región de los chacales,
y nos has cubierto con la sombra de la muerte.
20 Si nos hubiéramos olvidado del nombre de nuestro Dios,
o extendido nuestras manos[q] a un dios extraño,
21 ¿no se habría dado cuenta Dios de esto?
Pues Él conoce los secretos del corazón.
22 Pero por causa tuya nos matan cada día;
se nos considera como ovejas para el matadero.
23 ¡Despierta! ¿Por qué duermes, Señor?
¡Levántate! No nos rechaces para siempre.
24 ¿Por qué escondes tu rostro
y te olvidas de nuestra aflicción y de nuestra opresión?
25 Porque nuestra alma se ha hundido en el polvo;
nuestro cuerpo está pegado a la tierra.
26 ¡Levántate! Sé nuestra ayuda,
y redímenos por amor de tu misericordia.