18 Moisés se fue y volvió a casa de su suegro Jetro[a], y le dijo: Te ruego que me dejes ir para volver a mis hermanos que están en Egipto, y ver si aún viven. Y Jetro dijo a Moisés: Ve en paz. 19 Y el Señor dijo a Moisés en Madián: Ve, vuelve a Egipto, porque han muerto todos los hombres que buscaban tu vida. 20 Moisés tomó su mujer y sus hijos, los montó sobre un asno y volvió a la tierra de Egipto. Tomó también Moisés la vara de Dios en su mano. 21 Y el Señor dijo a Moisés: Cuando vuelvas[b] a Egipto, mira que hagas delante de Faraón todas las maravillas que he puesto en tu mano; pero yo endureceré su corazón de modo que no dejará ir al pueblo. 22 Entonces dirás a Faraón: «Así dice el Señor: “Israel es mi hijo, mi primogénito. 23 Y te he dicho: ‘Deja ir a mi hijo para que me sirva’, pero te has negado a dejarlo ir. He aquí, mataré a tu hijo, a tu primogénito”».
24 Y aconteció que en una posada en el camino, el Señor le salió al encuentro y quiso matarlo. 25 Entonces Séfora tomó un pedernal, cortó el prepucio de su hijo y lo echó a los pies de Moisés[c], y dijo: Tú eres, ciertamente, un esposo de sangre para mí. 26 Y Dios lo dejó[d]. Ella había dicho entonces: Eres esposo de sangre, a causa de[e] la circuncisión.
27 Y el Señor dijo a Aarón: Ve al encuentro de Moisés en el desierto. Y él fue y le salió al encuentro en el monte de Dios, y lo besó. 28 Y contó Moisés a Aarón todas las palabras del Señor con las cuales le enviaba, y todas las señales que le había mandado hacer. 29 Entonces fueron Moisés y Aarón y reunieron a todos los ancianos de los hijos de Israel; 30 y Aarón habló todas las palabras que Dios había hablado a Moisés. Este hizo entonces las señales en presencia del pueblo, 31 y el pueblo creyó. Y al oír que el Señor había visitado a los hijos de Israel y había visto su aflicción, se postraron y adoraron.